domingo, 30 de marzo de 2014

Ocho apellidos vascos


Por: Pilar Alberdi

Especial, divertida, con segunda parte prometida, sencilla pero no por eso menos profunda, y representativa de una realidad, la de la diversidad de pueblos y lenguas. Y esto no hay que olvidarlo, la cultura es algo que se transmite a través de la observación directa e indirecta, que marca las relaciones, las actitudes, las creencias, los ritos, y que es dificil ver al otro como parte de lo propio.
En la historia un joven andaluz, Rafa (Dani Rovira) conoce en Sevilla a una chica vasca y decide ir a por ella, Amaia (Clara Lago).
He visto la película en Málaga, y está siendo un éxito. Al mismo tiempo, me encantaría poder acudir a un cine de San Sebastián o de Bilbao para saber cómo se vive allí; dicen que hay asistencia masiva y que la gente se lo pasa bien. Me alegro.
Hay tantísimos aciertos, pequeños detalles que suman para el resultado final que sería imposible detallarlos. Voy a poner un ejemplo, con qué clase de música suenan las llamadas de los teléfonos móviles de ella (sonidos de chalaparta) y los de él (una melodía propia de Andalucía). Y ese pequeño suma y sigue de detalles otorgan credibilidad y sustancia a la narración.
No tiene nada de raro que una persona se enamore de otra, que sienta, de repente, que lo más inesperado ha ocurrido, que no pueda dejar de pensar en esa chica que ha conocido y que para colmo no es de su ambiente, ni de su tierra. Mayor extravio parece salir a por ella, pero los andaluces son espontáneos, sociales, y el muchacho saca el pasaje en autobús y entonces descubre que a partir de un cierto punto de la carretera, ¡ay, madre!, hasta cambia el clima y la lluvia cae a mares.
Hermosa película. Da gusto ir al cine y sentir que la gente disfruta tanto. Alguien podría decir que falta la tragedia del enfrentamiento social que ha habido, pero eso ya lo conocemos y tantos lo han sufrido. Quedémonos con esto, que es lo que mínimamente podrá encontrarse cualquiera en este tipo de situaciones, en el que dos culturas diferentes pero similares se encuentran por azar y aparecen las diferencias. Es un pequeño compendio de antropología: lo que piensa el otro, por qué lo hace, de qué modo se comportan unas personas con otras, qué les altera, con qué se alegran, cómo son sus relaciones; todo está muy bien marcado.
El joven sabrá encontrar en sus vivencias diarias, sobre todo en la popularidad de algunos personajes, los ocho apellidos vascos que necesita para conquistar al futuro suegro, aunque le fallará uno, y yo que cuento muchos más de ocho apellidos vascos en mi haber les aseguro que merece verse, que hay que verla, que nos hará bien reír con esta historia.

Ficha técnica:
Dirección: Emilio Martínez Lazaro
Guión: Borja Cobeaga y Diego San José
Música: Fernando Velázquez
Reparto: Clara Lago, Dani Rovira, Karra Elejalde, Carmen Machi, Alfonso Sánchez, Aitor Mozo.

martes, 25 de marzo de 2014

GRAVITY


Por: Pilar Alberdi

Sin duda, Gravity nos ofrece una sorprendente idea de lo que es estar en el espacio. De lo que sienten las personas que están allá arriba. Esa ocupación en su trabajo (control técnico, experimentos que deben llevar a cabo, reparaciones que incluyen paseos fuera de la estación orbital, ejercicios físicos para reducir la pérdida de musculatura y densidad ósea) pero también ese silencio y la sensación de pequeñez e insignificancia frente al Universo y, por supuesto, la admiración por ese foco de luz y de belleza que transmite el panorama que pueden ver de la Tierra. Parece que desde allí, los amanaceres sobre el planeta también son esperados. Esa línea de claridad que comienza justo cuando una parte de nuestro pequeño mundo vuelve a empezar el día. Y entonces, aparecen esas preguntas: ¿Alguien piensa en ellos, alguien los está esperando allá abajo? Son las típicas preguntas de los relatos y novelas de ciencia ficción y no podían faltar en esta película del director mexicano radicado en USA, Alfonso Cuarón, porque siempre que hay un viaje dejamos algo atrás aunque no queramos.
Técnicamente diría que es perfecta, resulta verosímil y poco importa que algunos hechos no sean tal y como ocurren en el espacio. Sinceramente, maravilla ver qué bien han logrado transmitir esa realidad, la de la rutina, la del espacio mínimo en que deben moverse, la de las dificultades para la vida y el peligro que cualquier situación inesperada, cualquier mínimo contratiempo puede significar para sus vidas. Poco importa que el cabello de la ingeniera especializada en medicina Ryan Stone (Sandra Bullock) no flote o que otros detalles no concuerden con la realidad que allí se vive, ya que la mayoría de nosotros la desconocemos. Lo sorprendente para muchas personas que no han visto o han visto pocos vídeos de mujeres astronautas en el espacio, sería ver que su cabello flota igual que lo hacen sus cuerpos, sobre todo, porque en general hemos visto a astronautas varones con el cabello muy corto a los que no se les movía un pelo. Por eso digo, que la película es verosímil y cómo ocurre con la literatura, a veces, lo real es lo que no sería creíble. Hay más detalles de este tipo que no avanzaré aquí, pero que después de ver la película, lo repito, después de ver la película, pueden leer al pie de esta entrada.
Lo cierto, es que yo nunca había visto llorar en el espacio.... Pero esas lágrimas representan el mismo sufrimiento que se padece aquí en la tierra. Y ahora sí, ya puedo imaginar lo que es llorar en el espacio.
También es verdad que alguna situación, no me resultó creíble, pero eso no cuenta en el conjunto y probablemente hable más de mi falta de conocimientos en estos temas que de falta de competencias de los realizadores. El esfuerzo por conseguir esta película, el trabajo de los actores, la excelente dirección consiguen transmitirnos las emociones y, sobre todo, la angustia. Me recuerdo diciéndome mentalmente, «¡vámonos ya!», con ganas de levantarme del asiento, totalmente identificada con los protagonistas.
Que yo no estaría por allí arriba, ni lo duden. Bueno, seguro que ya se habían hecho a esa idea. Pero aprecio y valoro a las personas que sienten de ese modo y son valientes, están capacitadas para cumplir sus sueños y, además, tienen la suerte de ser elegidas entre un alto número de candidatos, igualmente capacitados.
He buscado información sobre cuáles son los requisitos que se piden actualmente para ser astronauta, por eso, al final de esta entrada encontrarán un interesante artículo de la BBC, por si les interesa su lectura. De ahí pueden pasar a un enlace en el que conocerán a la astronauta que asesoró a Sandra Bullock para su actuación en esta película, y todavía encontrarán un enlace más que les llevará a ver un vídeo de la astronauta Suni Williams, la mujer que más tiempo ha pasado en el espacio y a la opinión que de esta película tienen varios astronautas de la NASA.
Quien vive en el espacio, también vive en la Tierra, y también con los seres que recuerda. Y no les adelantó más para no quitarles la emoción.
Es verdad que, a veces, la doctora Ryan Stone parece perdida en sus sentimientos y en la tragedia que están viviendo, pero ahí está George Clooney en el papel de Matt Kowalsky, para ayudarla a mirar hacia la tierra y para que encuentre la fortaleza que cree haber perdido.
Y ya por último, decir que me encanta que le hayan dado el papel protagonista a una mujer. Y también, que me gusta la posibilidad de que esta película pueda servir para que todos podamos valorar a las personas que hacen estos viajes al espacio, pero no solo a ellos, no, sino también a los valientes de aquí abajo, que cada día ponen un renovado empeño para vivir sus vidas.



Cómo ha cambiado el entrenamiento de los astronautas.

La astronauta que asesoró a Sandra Bullock

Artículo en el que se refleja la opinión de un experto

La NASA felicitó a Aflonso Cuarón por su éxito con Gravedad

miércoles, 12 de marzo de 2014

AGOSTO


Por: Pilar Alberdi


No nos gusta Maquiavelo, porque este dice la verdad de lo que es la política y el poder, y tomando el mismo punto de vista, por supuesto, esta película nos cuenta cómo son algunas familias. Una casa de campo, la decadencia de los mayores, la adicción a la bebida por parte de él, a fármacos por parte de ella, más una enfermedad que habla de insatisfacción frente a la familia, es lo que se expresa, pero más que nada es una insatisfacción de una mujer ante la vida y ante ella misma, aunque la intención sea la de culpabilizar al resto por lo entiende son sus fracasos.
En la escena familiar que da origen al cartel de la película en español está la escena más temida de muchas vidas, esas reuniones familiares como las de las fiestas de Navidad en las que la convivencia obligada se teme.
Estamos en presencia de una película que por momentos muestra su vena más teatral, ya que este es el origen del guión realizado sobre un texto de Tracy Letts que ganó en el año 2008 el Premio Pulitzer, pero tampoco hay que olvidar que el personaje de Violet que lleva adelante Meryl Streep es el de una persona histérica o histriónica si así se prefiere, que tiene su contraparte en su pareja, un hombre de carácter más frío y reservado. Podría añadir que es bastante típico del tipo de persona que representa Violet que haga alarde de sus enfermedades, que si bien en la película vemos son sólo una parte de su proceso, probablemente fue así durante toda su vida, por una razón tan simple como que la enfermedad es un puente en el camino hacia los demás y porque las personas, algunas veces, sólo saben demostrar su necesidad de este modo.
Quizá la revelación máxima de la historia es que una persona que debería ser el sostén de una familia se muestra tal como es con sus mezquindades, su brutalidad, su violencia y sus falsas expectativas y ambiciones, ante las que reaccionan los demás como fichas de domino que van cayendo. Todo el silencio acumulado se torna palabra que salta por los aires, como bombas a punto de explotar sobre unos y otros.
Las persona que es ha sido, con esto quiero decir que esta mujer adulta que muestra su declive y sus debilidades, afectó a toda su familia del mismo modo que antes ella fue afectada por la suya. Es decir, por la violencia de la suya.
Aquello de que uno no se casa sólo con su pareja sino con la familia del otro es una verdad muy grande, no solo por las obligaciones que supone o por la adaptación necesaria, sino porque uno se casa o se une o como prefieran llamarlo con las formas de ser, con las costumbres y la forma de estar en el mundo de otra familia.
Una historia trágica en la que vemos cómo desde el mismo momento en que se forma la pareja y nacen los hijos, los roles, los guiones que habrá de cumplir cada uno, ya están dados. Incluso el de la sirvienta. Lo peor suele ser que este tipo de familias como las mejores películas suele tener su continuación y alguna de las hijas, casi con seguridad, volverá a repetir la historia.

lunes, 3 de marzo de 2014

PHILOMENA




Por: Pilar Alberdi

Philomena, una gran película. Creo que la anterior frase bien podría resumir mi sentimiento. No se podía esperar menos de Sthepen Frears, director —entre otras películas— de La reina (2006).
Un ritmo ágil, acertados giros y carácteres muy bien trabajados que nos revelan constantemente la presencia de dos personalidades unidas por el azar de las circunstancias; ella en busca de su hijo y él de una nueva oportunidad tras quedarse sin empleo. Hay que sumar, además, que ella es católica y él, ateo.
El guión destaca por su naturalidad, por las dudas que se plantean los protagonistas, por esa difícil frontera en que se unen a través del diálogo. Philomena (Judi Dench) duda sobre qué debe hacer y cómo hacerlo, cuál es la mejor manera; y el periodista Sixsmith (Steve Coogan), que no está seguro de si debe colaborar en esta historia, finalmente se implica con el sentimiento de que acaba de vender su alma al diablo o, mejor dicho, a las revistas del corazón y a todo ese falso glamour, el de los best-sellers, las entrevistas en la televisión, que quieren historias fáciles de contar, populares, y con las que la mayoría de lass personas puedan identificarse.
Basada en hechos reales, la historia trata sobre la dación de niños nacidos en instituciones pertenecientes a la Iglesia católica de Irlanda, y su adopción por familias, en general, norteamericanas. Una realidad y una búsqueda que aún persiste para los padres de unos 50.000 niños. Muchos de ellos, como la protagonista real de esta historia, jamás dejaron de buscar el reencuentro. Esta es la razón por la que padecemos con Philomena, sentimos con ella, viajamos, nos emocionamos y por supuesto lagrimeamos, sí, con esa enorme contención con la que Philomena se enfrenta a su pasado.
Me ha parecido importante el tema de la fe (en una creencia religiosa), el modo en que se lo plantea esta mujer, cuando ha sido desde la propia comunidad católica en la que ella confiaba, donde le arrebataron a su pequeño. Hay interesantes preguntas que aspiran a abrirse a la luz y en gran medida lo consiguen. Por ejemplo ¿por qué algunos se dicen «buenos» después de haber sido capaces de provocar tanto sufrimiento? ¿Cómo es posible que a día de hoy encuentren justificación para sus actos? ¿En qué medida todavía es tiempo de que la justicia intervenga? ¿Qué clase de reparación se podría dar en estos casos? ¿Cómo se supera esta clase de dolor?
Mientras escribo estas líneas me pregunto: ¿por qué una película con esta calidad se me va a quedar reflejada en unos pocos párrafos? ¿Acaso porque lo grande solo puede ser contenido en lo pequeño? Pienso que sí. Que así como un árbol sale de una semilla, querer explicar a este, nos conduce a aquella.
¿Qué podemos aprender de esta historia? En todas las películas hay algo nuestro, unas palabras, un gesto, una actitud que vimos en alguien o que percibimos en nosotros, una mirada, algún hecho concreto que nos impactó. Del mismo modo que Philomena y Sixsmith, nosotros también hemos sido otros: en una caja, en un albúm que guardamos con cariño están nuestras fotos, esa colección de personas, de imagenes que nos conforman. Philomena fue la adolescente que sintió el amor por primera vez en los brazos de un muchacho alto y apuesto; fue también la joven que dio a luz a un pequeño al que adoraba. Sixsmith fue el periodista exitoso al que adversas circunstancias condujeron al paro y al desaliento, creándole dudas sobre su propia capacidad y su futuro y que, de repente, se encuentra con la historia de esta anciana que busca a un hijo de su misma edad.
Decía Epícteto hace ya casi dos mil años, que somos «elección». Lo somos, verdaderamente. No siempre de un modo totalmente consciente, pero eso somos; cada pequeña decisión nos conduce por un camino y no por otro; algo así como causa y efecto. También dijo este filósofo griego, que había tenido una vida difícil como esclavo, luego liberado: «La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad» y es lo que encontramos aquí: la complicidad de miembros de la Iglesia católica para ocultar la verdad.
Quizá porque hay un fuerte estoicismo, una aceptación por parte de Philomena de la vida tal y como viene dada, que resulta imposible no hacer una crítica de la película en el mismo tono, es decir: analítica y reflexiva, pero a la vez contenida, como si el personaje real al que da vida Judi Dench exigiese que fuese de ese modo.
Philomena es una historia dramática y como tal reclama nuestra atención. Es un drama austero, propio de unos caracteres muy concretos, que con otro tipo de personalidades, sin duda, habría sido muy diferente.
Cincuenta mil niños fueron adoptados en Irlanda, en similares circunstancias, vidas destrozadas, personas separadas para siempre, sentimientos de culpa que no decrecieron con el paso de los años, preguntas sin respuestas, dudas, nuevas identidades y familias en las que muchos niños ni siquiera fueron felices, mientras sus madres y padres los buscaban infatigablemente. Pero, ¿qué se puede hacer cuando el silencio es la única respuesta? Mostrar la verdad, y esto es lo que se ha hecho.



martes, 25 de febrero de 2014

NEBRASKA

Por: Pilar Alberdi

Nebraska es una película con alta puntuación. Así la han visto los críticos de cine de los principales medios periodísticos españoles. Y me pregunto quién soy yo para disentir ante un criterio tan unámime. Pues bien, sólo soy una opinión más. Y lo cierto es que a mí, no me llegó. Así como hay películas que en el momento que uno las ve nos llenan ampliamente, hay otras que se van reformulando con el paso de las horas e incluso de los días. Hago recuento: qué tengo hoy de esa película que no me dejase ayer. Sí, algo más, por supuesto que sí, la imagen constante de ese anciano, de su desolación, de su impotencia, de su mentira e hipocresía que puede confundirse y acaso también lo sea con la de la derrota, y es esa, su imagen o la de su mujer, la que mas sobresale, incluso más que la de la persona que verdaderamente «siente» y comprende en esa familia, es decir, aquella que quiere ver más allá de las fronteras que cada uno individualmente y todos como familia se han impuesto a través de roles, silencios, y la «opinión autorizada» de quien domina la Historia de la familia, la persona que califica o descalifica. Pero es eso, una imagen que de vez en cuando regresa y más sabiendo que tenía que escribir esta nota, a la que nadie me obliga, excepto mi interés.El que la película sea en blanco y negro, no le añade nada a favor y eso que a mí me encanta la fotografía de este tipo. Pero, ¿qué suma en esta historia que por momentos resulta tan monótona y repetitiva? Acaso una mirada focalizada sobre los personajes. No lo creo. ¿Sobre el paisaje? Quizá. Tal vez una evocación de otra América, la de otro tiempo siempre presente en la filmografía norteamericana.
En fin, lo importante no es qué me parezca a mí una historia, el objeto de este blog era unir cine y psicología, al menos esa ha sido, es y seguirá siendo mi intención con motivo del visionado de películas; y de este tema, el de la psicología, sí podemos largamente hablar porque la historia nos da un amplio margen.
¿Es tal como se nos muestra en esta película la sociedad norteamericana? ¿Mantienen entre ellos esas tremendas distancias personales? Si tengo que hacer caso de algún antropólogo que he tenido el gusto de leer y que respeto es probable que sí, que aquello que traspasa cierta medida se interprete como la búsqueda de ligue o sexo y hay un cuidado importante en no traspasar algunos límites (distancia personal, tipo de miradas o caricias, besos y abrazos) a la que no es ajeno ese puritanismo que no casa bien con otras formas de violencia propias de dicha sociedad.
La distancia que impone el territorio y la amplia movilidad separa a las nuevas familias de aquella que fue la de su origen. Esto es una constante que se repite. Y en parte una realidad diferente de la española, aunque ya menos, porque las personas jóvenes se marchan, por motivo de la situación económica a buscar trabajo a otros países. Pero lo que pasa en medio, que es el tiempo y el desafecto que se produce en cuanto a falta de cercanía, no hay quien lo arregle, es más, creo que la distancia casi siempre impone mantenerse por una cuestión básica, la dificultad de volver a acostumbrase al sitio de origen porque, simplemente, uno avanza, cambia y se adapta a su nuevo medio y a su cultura. Hermanos y primos que no se ven en decenios, reuniones casi absurdas, renovación de confianzas casi imposibles, es todo un despropósito realizado tantas veces con las mejores intenciones pero que sólo sirve para constatar una vez más, esa terrible distancia. Queda la pregunta: ¿ya había ese vacío entre esas personas antes de la separación, es decir, ya estaba anclada esa relación del cada cual en lo suyo antes de poner tierra de por medio? Seguramente. Lo contrario hace, que uno se quede.
La película nos muestra una familia en la que uno de los miembros de la pareja tiene el mando y lo tiene desde hace mucho tiempo. Dicen que el amor, o mejor habría que decir el enamoramiento es una guerra de intenciones, de dominio sobre el otro para que nos reconozca, de ser iguales aunque esa igualdad no se mantenga, y quizá aquí, quien tomó la iniciativa ganó para toda la vida. Tanto que aquello que hoy festeja como victoria, y dice sufrir como víctima, es una derrota cuya profundidad desconoce porque aún no ha llegado su momento, el instante en que le sea revelado. Que a veces no tengamos conciencia de los hechos no quiere decir que no sean como son.
Sí, sin duda, aquí hay un derrotado por la vida, eso nos queda claro, quizá porque se dejó llevar por ella, porque no se opuso, porque no fue valiente, porque olvidó que envejecería y perdería sus fuerzas, porque siendo débil nunca se sintió o acaso prefirió sentirse sometido, si es así y creeo que sí, él, es decir, su ignorancia, es su principal víctima es, sin duda, ella misma, aunque no está dispuesto a reconocerlo y la familia, ya tiene su víctima, y la voluntad dominadora de una persona su chivo expiatorio. Y también hay, esto hay que decirlo claramente,unos hijos, especialmente uno de ellos, que irá descubriendo qué había realmente en el trasfondo de esas vidas que fueron las de sus padres y de las que él, es un resultado más. Es, en definitiva, el hijo que quiere hacer justicia frente al destino, aquel al que sin duda la vida le pone enfrente una prueba pero a cambio le premiará con una mayor comprensión.
Por eso, bien se puede decir que más que el viaje de aprendizaje de un anciano, y aunque parezca que la película no va de este tema, es el viaje de la redención de un hijo, creo que ahí está el mérito de la historia, en esa fortaleza, no ya de la senilidad de los propios padres, sus carencias, sus modos de tratarse, sus egoísmos y mezquindades, sino la aceptación de que no van a cambiar, que se morirán con las botas puestas, cada uno con su estilo, peleando uno contra el otro o contra la vida, y que si no han querido ver antes su realidad, quizá no valga la pena que la vean ya, incluso casi sería mejor jugar con ellos a no verla, a perdonarles esa última mentira, a jugar con ellos arriesgando la propia estabilidad mental y hasta los propios bienes económicos y el trabajo y el propio proyecto de familia a esa última jugada, a esa lealtad familiar: la de la falsa victoria de unos padres. Sin duda, esta no es la historia de un hijo feliz pero sí más íntegro.
No voy a negarlo, un día después, en esta mañana de domingo con cielo azul en Málaga, en donde las flores de azahar de los naranjos comienzan a regalar su perfume, hay nieve en los márgenes de un paisaje en blanco y negro junto a una carretera de Nebraska. Es un recuerdo diminuto de una historia no por imaginaria menos real, pero entre ese blanco y negro de las imágenes y esto es importante decirlo, hay grises de muy diversos tonos, esos grises que son tan necesarios para comprender cualquier historia, pero sobre todo, la de una familia.

Datos técnicos:
Director: Alexander Payne
Guión: Bob Nelson
Reparto: Bruce Dern, Will Forte, Bob Odenkink, Stacy Devael, Missy Doty, June Squible, Kevin Kindel, Angela McEwan, Melinda Simonser.
Fotografía: Phedon Papamichael.
Música: Mark Oton

sábado, 1 de febrero de 2014

Al encuentro de Mr. Banks

Por: Pilar Alberdi



«Viento del Este y niebla gris
Anuncia que viene,
lo que ha de venir...
no me imagino que irá a suceder
más lo que ahora pase
ya pasó otra vez...»



Ayer, noche de cine y, además, buenos momentos con el estreno de Al encuentro de Mr. Banks. El director John Lee Hancock. El guión de Kelly Marcel, en el reparto Emma Thompson, Tom Hanks, Colin Farrell, Jason Schwartzman, Paul Giamati, Kathy Baker, Rachel Gruiffth. Una película al estilo de las de antes, no sólo por las imágenes, eso es inevitable, que representan a una época y un modo de estar en la vida, sino porque el diálogo es el protagonista y no, por lo que cada cual diga, sino y esto es lo esencial en cualquier dialéctica que se precie, por la interpretación de esos mensajes, por el resultado que cada uno de los protagonistas obtiene, imagina, recrea, aprueba o censura. El diálogo como duda, problemática, como interpretación del otro, es decir como palabra viva, pero sobre todo como mensaje corporal. Cada gesto, cada mirada, cada arruga, todo lo que un rostro, un cuerpo pueden reflejar como resultado de sus pensamientos, lo tenemos a la vista.
El resumen es sencillo: Walt Disney se pasó, según podemos saber, casi 20 años intentando conseguir los derechos para hacer la película del libro de P. L. Travers; Mary Poppins. El nombre de la escritora era un seudónimo, que con sus iniciales, supuso uno de los recursos de muchas escritoras para entrar en el mundo editorial aparentando ser hombres. Un hombre despertaba como escritor menos dudas que una mujer. Es más, generalmente las autoras eran aconsejadas por las editoriales para que lo hicieran de este modo. Ejemplo que también siguió, la autora de Harry Potter. Es evidente que en un mundo machista y conservador como el de Inglaterra o el de la Commonwealth, ser mujer no era fácil.
En mi libro Escribir abarco unos cuanto temas que ahora no me extenderé en explicar pero en uno de ellos evocaba esa extraña creencia que tienen algunas personas de considerar que porque han visto una película, han leído un libro. La mayoría de las veces no sucede así, y ponía, casualmente, como uno de los ejemplos principales el libro y la película de Mary Poppins.
Personalmente y como escritora comprendo el temor de la autora a que destrozaran su obra o hicieran con ella otra, esto suele apreciarse tan a menudo que verdaderamente parece un sacrilegio. Adaptaciones las llaman cuando, a veces, difieren tanto del original, especialmente en el «sentido», que es alarmante. Igual pasa con las obras de teatro con las que los directores se sienten libres de interpretarlas a su manera con el pretexto de que es así como la entienden o de que es la única manera de acomodar el texto al presente. Desde luego, unas veces consiguen, pese a todo, mantenerse fieles al texto.
No es este el caso de Mary Poppins, por eso puedo comprender, primero las dudas de la autora para ceder sus derechos y luego su disgusto cuando, por ejemplo, se intercalaron dibujos animados, además con unos personajes que en modo alguno estaban en la obra como son unos pingüinos. Y esto sin señalar otros cambios que podríamos considerar más graves, por ejemplo, el papel otorgado al cerillero, que en el libro es insignificante.
La película viene a contarnos que pasó durante los días en que se negociaba la compra de los derechos del libro, los mismas semanas en los que la autora colaboró criticando constantemente el guión aún antes de firmar esa venta. En la película tenemos un final que parece que no fue del todo de ese modo, pero soy consciente de que Disney quería esa obra, según él porque les había prometido a sus hijas que algún día la haría en película, «y las promesas están para cumplirlas», se justifica él, pero también comprendo que el mundo de Disney, el concepto que él tenía de cómo llegar al público, de cómo ofrecer una historia, no podía ser fiel a la obra de Helen Lindon Goff, que es el nombre verdadero de la autora de Mary Poppins. De hecho, ninguna de las canciones que aparecen en el cine están en la obra.
Eramos bastantes personas en la sala y hubo sonoras risas al principio. Después no. No soy consciente de si otros se reían en voz baja como yo lo hice tantas veces, y también fueron muchas las que se me saltaron las lágrimas y no es que mis ojos sean un par de cataratas, no. Pero la película logró tocarme por dentro.
Verán, la gente, es decir, todos nosotros, por lo general creemos que sabemos de qué va una historia, esa que tenemos delante, la de ese libro concreto escrito por una persona concreta, pero no es así. Si hablamos de un libro-producto como ciertas novelas de inspectores de policía, y lo digo sólo por poner un ejemplo, también podría nombrar otras de vampiros o algunas de las que están saliendo actualmente, de tipo sadomasoquista, totalmente antifeministas y con un retroceso de décadas sobre la inteligente y lúcida mirada de brillantes mujeres y escritoras, quizá estemos cerca de saberlo. Reconocemos que responden principalmente a estereotipos que, básicamente y esto parece ser lo fundamental, han demostrado que se pueden vender bien y, lógicamente, esto es lo que interesa a las editoriales. Al menos, a una gran mayoría de ellas. Pero si hablamos de obras especiales, únicas pese a mantenerse dentro de un contexto literario que reconocemos por herencia y tradición, no. Un texto, como decía el filósofo Paul Ricouer y como se vislumbra en el trasfondo de esta película, es una especie de pentagrama musical que cabe a otros interpretar. Cuando la autora escribió su obra estaba intentando salvar, ordenar restos de su pasado. Ella mejor que nadie lo sabía. Lo que ve cada lector es otra cosa. La autora sabe, además, todo lo que falta por contar, lo lejos que está esa plasmación literaria de la verdad más verdadera que, probablemente, ha ocultado, sublimado, y sin embargo sabe que igual algo muy importante de su pasado y de su forma de estar y ser en el mundo están ahí. Disney se enfrentó a la obra desde su propio historia, y así nos encontramos con la parte psicológica que queda claramente explicada a través de la comprensión del productor de cine de su propio pasado.
He leído muchas tonterías estos días, eso no quiere decir que yo no las escriba también de vez en cuando, pero tener que leer que la autora ha querido crear un mito en esa obra o que no era una burguesa de esas que se dedicaba a escribir libros para niños porque no trabajaba en otra cosa, me parecen dos de las más grandes sandeces que he tenido que soportar.
La autora, con los hilos rotos de la madeja que fue su vida, intenta salvar unos sentimientos y momentos que le pertenecieron, y para quienes no lo saben me gustaría repetir aquellas palabras de Gorki que venían a decir, las estoy rememorando, aunque las he citado textualmente en más de una ocasión que escribir para niños y hacer algo digno, es decir no un producto, es escribir el doble de bien. Y también he repetido en más de una ocasión una frase de Hans Christian Andersen que dice que cuando uno escribe para niños y es lo que él hacia tan bien en una época en que esa idea de «escribir para niños» no existía, simplemente hay que contar una historia para adultos pero de un modo en que la puedan entender los niños. Yo sí creo en esa literatura infantil, y por supuesto la he visto en la obra de la autora de Mary Poppins cuando la he leído.
Ahora quisiera explicar desde la antropología, y me perdonarán que esta vez me extienda tanto, qué es una heteretopía. Bien es una especie de mundo al que ingresamos y que está dentro del nuestro. Puede ser tan real como una cárcel, un manicomio, un hospital, una residencia para ancianos, un orfanato, un campo de concentración, en fin, lugares en donde imperan normas concretas, autoritarias la mayoría de las veces y que están en los casos más graves fuera de lo que entendemos como una vida normal, pero también son una heterotopia esas historias de libros y películas, ese lugar al que vamos a pasar nuestras agradables vacaciones, otros espacios especiales como subir a un ascensor o lúdicos que pueden ser desde ir una bolera a lugares como Disneylandia o como algunos restaurantes, cadenas de comida rápida norteamericana en los que como indica Conrad Kottak en su obra Antropología Cultural: espejo de la humanidad nos encontramos en espacios en los que se repiten ciertos modos repetitivos de saludar, actuar y que, salvo la distancia que implica esta comparación, se acercan a ciertos ritos religiosos que implican nociones de comunidad, peregrinación, etc., y que abocados como parece que estamos a esta globalidad económica, hacen que esos sitios cuando están ubicados en otros países sean un lugar al que se accede inconscientemente con la intención de sentirse como en «casa».
Me parece meritorio que Disney haya dado a los cuentos clásicos que antes se leían en voz alta y en familia esa visibilidad cinematográfica como lenguaje de una modernidad a la que no podemos sustraernos. Y me parece fantástico que haya tanta gente dedicada a la creación. Sin fantasía, tantas veces es difícil tolerar la realidad. Esta realidad, además acomodaticia, ajena a aquel «decir la verdad siempre» que tanto quería Kant, pero ¿quién se atreve a decir la verdad? ¿Quién podría decirla todo el tiempo? ¿Cómo y cuando nuestra verdad podría ser aceptada por otros como una verdad común? Quizá solo algunas personas pueden hacerlo, fue el caso de Helen Lindon Gogg, la autora de Mary Poppins. No será casualidad que en el libro se diga del personaje: «siempre a su aire y sin mezclarse con nadie». Una película que nos devuelve a otro mundo, el de la «individualidad», algo tan difícil de reconocer hoy en día, en que la mayoría nos comportamos y decimos casi las mismas cosas porque eso es lo que se espera de nosotros, porque la cultura, la nuestra, de algún modo lo espera así de todos nosotros, que seamos lo más iguales posible, al menos, por fuera.

lunes, 27 de enero de 2014

¿Qué hacemos con Maisie?


Por: Pilar Alberdi

¿Qué hacemos con Maisie? La película que dirigen Scott Mc Gehee y Daniel Siegel con guión de Carroll Cartwright es una adaptación de la novela Lo que Maisie sabe de Henry James, obra que el autor publicó en 1898.
Cuenta en su reparto con Julianne Steve Coogan, Onnata Aprile, Diane García, Alexander Skarsgard, Samantha Buck, Joanie Vanderham, entre otros.
¿Qué hacemos con Maisie? Lo que Maisie sabe. Los dos títulos son acertados. El del libro, sin duda, más sugerente. Maisie sabe demasiado, en poco tiempo la vida le acaba de dar una lección magistral de las que no se olvidan. Si hay familias felices, ahora ya lo sabe, la suya no es una de ellas.
La historia es sencilla y está contada del mismo modo. A mí se me pasó el tiempo volando; cuando quise darme cuanta ya aparecían los créditos y esto me resultó así por dos razones: la primera, el guión en su afán de mantener la tensión tiene muchos puntos altos, que se vuelven a repetir una y otra vez de diferente manera, pero siempre con el mismo objetivo. Y la segunda, es que en uno de esos momentos se termina la película. Es lo que tienen los finales abiertos, aunque predecibles.
De estos padres sabemos que saben «utilizar» en su beneficio a quien se ponga delante. Comprobado. Pero, la pregunta obvia es: ¿se quisieron alguna vez? Vemos en la pantalla dos personas que no se aman, que no conocen la dimensión de «responsabilidad» que entraña esa palabra. Alguien con un poquito de sensibilidad hubiera previsto ese dramático futuro. En manos de estos adultos, la niña es un objeto más, una propiedad por la que luchar.
No es igual la historia del libro pero si semejante en lo fundamental, aunque en el texto la relación se complica y la historia llega hasta la adolescencia de Maisie.
Estamos, pues, ante una mujer y un hombre que se creen capaces de conseguir lo que desean. Dos competidores en un ring siempre dispuestos a la victoria. Estamos ante una niña a la que inician en el mundo de la mentira y la hipocresía a través de las confidencias que le dicen («es nuestro secreto») y a la que, de algún modo, culpan inconscientemente. Para el hombre, todo se puede obtener con un poco de habilidad. Para la mujer, que está en una mejor posición económica también, pero ella, además, siente que todo está en su contra.
Desde la psicología sabemos lo que va a ocurrir con estos niños: o se salvan o se pierden como sus padres. Si ocurre lo primero serán excelentes padres, si lo segundo repetirán la historia o acaso y por temor a equivocarse no tendrán hijos. En cualquier caso, el mayor problema con el que se encontrarán en sus vidas es el de conseguir centrarse en la búsqueda de sus propios objetivos, primero, porque nadie les obligará a que se los planteen y, segundo, porque la vida siempre girará alrededor de sus progenitores. Que van a hacer ellos con sus vida, ese será el tema recurrente, no que puede hacer la niña con la suya.
De todos modos, si algo saben los niños como Maisie, es reconocer quién les quiere de verdad, y eso es algo que, suceda luego lo que suceda, no olvidarán jamás.