domingo, 30 de marzo de 2014

Ocho apellidos vascos


Por: Pilar Alberdi

Especial, divertida, con segunda parte prometida, sencilla pero no por eso menos profunda, y representativa de una realidad, la de la diversidad de pueblos y lenguas. Y esto no hay que olvidarlo, la cultura es algo que se transmite a través de la observación directa e indirecta, que marca las relaciones, las actitudes, las creencias, los ritos, y que es dificil ver al otro como parte de lo propio.
En la historia un joven andaluz, Rafa (Dani Rovira) conoce en Sevilla a una chica vasca y decide ir a por ella, Amaia (Clara Lago).
He visto la película en Málaga, y está siendo un éxito. Al mismo tiempo, me encantaría poder acudir a un cine de San Sebastián o de Bilbao para saber cómo se vive allí; dicen que hay asistencia masiva y que la gente se lo pasa bien. Me alegro.
Hay tantísimos aciertos, pequeños detalles que suman para el resultado final que sería imposible detallarlos. Voy a poner un ejemplo, con qué clase de música suenan las llamadas de los teléfonos móviles de ella (sonidos de chalaparta) y los de él (una melodía propia de Andalucía). Y ese pequeño suma y sigue de detalles otorgan credibilidad y sustancia a la narración.
No tiene nada de raro que una persona se enamore de otra, que sienta, de repente, que lo más inesperado ha ocurrido, que no pueda dejar de pensar en esa chica que ha conocido y que para colmo no es de su ambiente, ni de su tierra. Mayor extravio parece salir a por ella, pero los andaluces son espontáneos, sociales, y el muchacho saca el pasaje en autobús y entonces descubre que a partir de un cierto punto de la carretera, ¡ay, madre!, hasta cambia el clima y la lluvia cae a mares.
Hermosa película. Da gusto ir al cine y sentir que la gente disfruta tanto. Alguien podría decir que falta la tragedia del enfrentamiento social que ha habido, pero eso ya lo conocemos y tantos lo han sufrido. Quedémonos con esto, que es lo que mínimamente podrá encontrarse cualquiera en este tipo de situaciones, en el que dos culturas diferentes pero similares se encuentran por azar y aparecen las diferencias. Es un pequeño compendio de antropología: lo que piensa el otro, por qué lo hace, de qué modo se comportan unas personas con otras, qué les altera, con qué se alegran, cómo son sus relaciones; todo está muy bien marcado.
El joven sabrá encontrar en sus vivencias diarias, sobre todo en la popularidad de algunos personajes, los ocho apellidos vascos que necesita para conquistar al futuro suegro, aunque le fallará uno, y yo que cuento muchos más de ocho apellidos vascos en mi haber les aseguro que merece verse, que hay que verla, que nos hará bien reír con esta historia.

Ficha técnica:
Dirección: Emilio Martínez Lazaro
Guión: Borja Cobeaga y Diego San José
Música: Fernando Velázquez
Reparto: Clara Lago, Dani Rovira, Karra Elejalde, Carmen Machi, Alfonso Sánchez, Aitor Mozo.

martes, 25 de marzo de 2014

GRAVITY


Por: Pilar Alberdi

Sin duda, Gravity nos ofrece una sorprendente idea de lo que es estar en el espacio. De lo que sienten las personas que están allá arriba. Esa ocupación en su trabajo (control técnico, experimentos que deben llevar a cabo, reparaciones que incluyen paseos fuera de la estación orbital, ejercicios físicos para reducir la pérdida de musculatura y densidad ósea) pero también ese silencio y la sensación de pequeñez e insignificancia frente al Universo y, por supuesto, la admiración por ese foco de luz y de belleza que transmite el panorama que pueden ver de la Tierra. Parece que desde allí, los amanaceres sobre el planeta también son esperados. Esa línea de claridad que comienza justo cuando una parte de nuestro pequeño mundo vuelve a empezar el día. Y entonces, aparecen esas preguntas: ¿Alguien piensa en ellos, alguien los está esperando allá abajo? Son las típicas preguntas de los relatos y novelas de ciencia ficción y no podían faltar en esta película del director mexicano radicado en USA, Alfonso Cuarón, porque siempre que hay un viaje dejamos algo atrás aunque no queramos.
Técnicamente diría que es perfecta, resulta verosímil y poco importa que algunos hechos no sean tal y como ocurren en el espacio. Sinceramente, maravilla ver qué bien han logrado transmitir esa realidad, la de la rutina, la del espacio mínimo en que deben moverse, la de las dificultades para la vida y el peligro que cualquier situación inesperada, cualquier mínimo contratiempo puede significar para sus vidas. Poco importa que el cabello de la ingeniera especializada en medicina Ryan Stone (Sandra Bullock) no flote o que otros detalles no concuerden con la realidad que allí se vive, ya que la mayoría de nosotros la desconocemos. Lo sorprendente para muchas personas que no han visto o han visto pocos vídeos de mujeres astronautas en el espacio, sería ver que su cabello flota igual que lo hacen sus cuerpos, sobre todo, porque en general hemos visto a astronautas varones con el cabello muy corto a los que no se les movía un pelo. Por eso digo, que la película es verosímil y cómo ocurre con la literatura, a veces, lo real es lo que no sería creíble. Hay más detalles de este tipo que no avanzaré aquí, pero que después de ver la película, lo repito, después de ver la película, pueden leer al pie de esta entrada.
Lo cierto, es que yo nunca había visto llorar en el espacio.... Pero esas lágrimas representan el mismo sufrimiento que se padece aquí en la tierra. Y ahora sí, ya puedo imaginar lo que es llorar en el espacio.
También es verdad que alguna situación, no me resultó creíble, pero eso no cuenta en el conjunto y probablemente hable más de mi falta de conocimientos en estos temas que de falta de competencias de los realizadores. El esfuerzo por conseguir esta película, el trabajo de los actores, la excelente dirección consiguen transmitirnos las emociones y, sobre todo, la angustia. Me recuerdo diciéndome mentalmente, «¡vámonos ya!», con ganas de levantarme del asiento, totalmente identificada con los protagonistas.
Que yo no estaría por allí arriba, ni lo duden. Bueno, seguro que ya se habían hecho a esa idea. Pero aprecio y valoro a las personas que sienten de ese modo y son valientes, están capacitadas para cumplir sus sueños y, además, tienen la suerte de ser elegidas entre un alto número de candidatos, igualmente capacitados.
He buscado información sobre cuáles son los requisitos que se piden actualmente para ser astronauta, por eso, al final de esta entrada encontrarán un interesante artículo de la BBC, por si les interesa su lectura. De ahí pueden pasar a un enlace en el que conocerán a la astronauta que asesoró a Sandra Bullock para su actuación en esta película, y todavía encontrarán un enlace más que les llevará a ver un vídeo de la astronauta Suni Williams, la mujer que más tiempo ha pasado en el espacio y a la opinión que de esta película tienen varios astronautas de la NASA.
Quien vive en el espacio, también vive en la Tierra, y también con los seres que recuerda. Y no les adelantó más para no quitarles la emoción.
Es verdad que, a veces, la doctora Ryan Stone parece perdida en sus sentimientos y en la tragedia que están viviendo, pero ahí está George Clooney en el papel de Matt Kowalsky, para ayudarla a mirar hacia la tierra y para que encuentre la fortaleza que cree haber perdido.
Y ya por último, decir que me encanta que le hayan dado el papel protagonista a una mujer. Y también, que me gusta la posibilidad de que esta película pueda servir para que todos podamos valorar a las personas que hacen estos viajes al espacio, pero no solo a ellos, no, sino también a los valientes de aquí abajo, que cada día ponen un renovado empeño para vivir sus vidas.



Cómo ha cambiado el entrenamiento de los astronautas.

La astronauta que asesoró a Sandra Bullock

Artículo en el que se refleja la opinión de un experto

La NASA felicitó a Aflonso Cuarón por su éxito con Gravedad

miércoles, 12 de marzo de 2014

AGOSTO


Por: Pilar Alberdi


No nos gusta Maquiavelo, porque este dice la verdad de lo que es la política y el poder, y tomando el mismo punto de vista, por supuesto, esta película nos cuenta cómo son algunas familias. Una casa de campo, la decadencia de los mayores, la adicción a la bebida por parte de él, a fármacos por parte de ella, más una enfermedad que habla de insatisfacción frente a la familia, es lo que se expresa, pero más que nada es una insatisfacción de una mujer ante la vida y ante ella misma, aunque la intención sea la de culpabilizar al resto por lo entiende son sus fracasos.
En la escena familiar que da origen al cartel de la película en español está la escena más temida de muchas vidas, esas reuniones familiares como las de las fiestas de Navidad en las que la convivencia obligada se teme.
Estamos en presencia de una película que por momentos muestra su vena más teatral, ya que este es el origen del guión realizado sobre un texto de Tracy Letts que ganó en el año 2008 el Premio Pulitzer, pero tampoco hay que olvidar que el personaje de Violet que lleva adelante Meryl Streep es el de una persona histérica o histriónica si así se prefiere, que tiene su contraparte en su pareja, un hombre de carácter más frío y reservado. Podría añadir que es bastante típico del tipo de persona que representa Violet que haga alarde de sus enfermedades, que si bien en la película vemos son sólo una parte de su proceso, probablemente fue así durante toda su vida, por una razón tan simple como que la enfermedad es un puente en el camino hacia los demás y porque las personas, algunas veces, sólo saben demostrar su necesidad de este modo.
Quizá la revelación máxima de la historia es que una persona que debería ser el sostén de una familia se muestra tal como es con sus mezquindades, su brutalidad, su violencia y sus falsas expectativas y ambiciones, ante las que reaccionan los demás como fichas de domino que van cayendo. Todo el silencio acumulado se torna palabra que salta por los aires, como bombas a punto de explotar sobre unos y otros.
Las persona que es ha sido, con esto quiero decir que esta mujer adulta que muestra su declive y sus debilidades, afectó a toda su familia del mismo modo que antes ella fue afectada por la suya. Es decir, por la violencia de la suya.
Aquello de que uno no se casa sólo con su pareja sino con la familia del otro es una verdad muy grande, no solo por las obligaciones que supone o por la adaptación necesaria, sino porque uno se casa o se une o como prefieran llamarlo con las formas de ser, con las costumbres y la forma de estar en el mundo de otra familia.
Una historia trágica en la que vemos cómo desde el mismo momento en que se forma la pareja y nacen los hijos, los roles, los guiones que habrá de cumplir cada uno, ya están dados. Incluso el de la sirvienta. Lo peor suele ser que este tipo de familias como las mejores películas suele tener su continuación y alguna de las hijas, casi con seguridad, volverá a repetir la historia.

lunes, 3 de marzo de 2014

PHILOMENA




Por: Pilar Alberdi

Philomena, una gran película. Creo que la anterior frase bien podría resumir mi sentimiento. No se podía esperar menos de Sthepen Frears, director —entre otras películas— de La reina (2006).
Un ritmo ágil, acertados giros y carácteres muy bien trabajados que nos revelan constantemente la presencia de dos personalidades unidas por el azar de las circunstancias; ella en busca de su hijo y él de una nueva oportunidad tras quedarse sin empleo. Hay que sumar, además, que ella es católica y él, ateo.
El guión destaca por su naturalidad, por las dudas que se plantean los protagonistas, por esa difícil frontera en que se unen a través del diálogo. Philomena (Judi Dench) duda sobre qué debe hacer y cómo hacerlo, cuál es la mejor manera; y el periodista Sixsmith (Steve Coogan), que no está seguro de si debe colaborar en esta historia, finalmente se implica con el sentimiento de que acaba de vender su alma al diablo o, mejor dicho, a las revistas del corazón y a todo ese falso glamour, el de los best-sellers, las entrevistas en la televisión, que quieren historias fáciles de contar, populares, y con las que la mayoría de lass personas puedan identificarse.
Basada en hechos reales, la historia trata sobre la dación de niños nacidos en instituciones pertenecientes a la Iglesia católica de Irlanda, y su adopción por familias, en general, norteamericanas. Una realidad y una búsqueda que aún persiste para los padres de unos 50.000 niños. Muchos de ellos, como la protagonista real de esta historia, jamás dejaron de buscar el reencuentro. Esta es la razón por la que padecemos con Philomena, sentimos con ella, viajamos, nos emocionamos y por supuesto lagrimeamos, sí, con esa enorme contención con la que Philomena se enfrenta a su pasado.
Me ha parecido importante el tema de la fe (en una creencia religiosa), el modo en que se lo plantea esta mujer, cuando ha sido desde la propia comunidad católica en la que ella confiaba, donde le arrebataron a su pequeño. Hay interesantes preguntas que aspiran a abrirse a la luz y en gran medida lo consiguen. Por ejemplo ¿por qué algunos se dicen «buenos» después de haber sido capaces de provocar tanto sufrimiento? ¿Cómo es posible que a día de hoy encuentren justificación para sus actos? ¿En qué medida todavía es tiempo de que la justicia intervenga? ¿Qué clase de reparación se podría dar en estos casos? ¿Cómo se supera esta clase de dolor?
Mientras escribo estas líneas me pregunto: ¿por qué una película con esta calidad se me va a quedar reflejada en unos pocos párrafos? ¿Acaso porque lo grande solo puede ser contenido en lo pequeño? Pienso que sí. Que así como un árbol sale de una semilla, querer explicar a este, nos conduce a aquella.
¿Qué podemos aprender de esta historia? En todas las películas hay algo nuestro, unas palabras, un gesto, una actitud que vimos en alguien o que percibimos en nosotros, una mirada, algún hecho concreto que nos impactó. Del mismo modo que Philomena y Sixsmith, nosotros también hemos sido otros: en una caja, en un albúm que guardamos con cariño están nuestras fotos, esa colección de personas, de imagenes que nos conforman. Philomena fue la adolescente que sintió el amor por primera vez en los brazos de un muchacho alto y apuesto; fue también la joven que dio a luz a un pequeño al que adoraba. Sixsmith fue el periodista exitoso al que adversas circunstancias condujeron al paro y al desaliento, creándole dudas sobre su propia capacidad y su futuro y que, de repente, se encuentra con la historia de esta anciana que busca a un hijo de su misma edad.
Decía Epícteto hace ya casi dos mil años, que somos «elección». Lo somos, verdaderamente. No siempre de un modo totalmente consciente, pero eso somos; cada pequeña decisión nos conduce por un camino y no por otro; algo así como causa y efecto. También dijo este filósofo griego, que había tenido una vida difícil como esclavo, luego liberado: «La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad» y es lo que encontramos aquí: la complicidad de miembros de la Iglesia católica para ocultar la verdad.
Quizá porque hay un fuerte estoicismo, una aceptación por parte de Philomena de la vida tal y como viene dada, que resulta imposible no hacer una crítica de la película en el mismo tono, es decir: analítica y reflexiva, pero a la vez contenida, como si el personaje real al que da vida Judi Dench exigiese que fuese de ese modo.
Philomena es una historia dramática y como tal reclama nuestra atención. Es un drama austero, propio de unos caracteres muy concretos, que con otro tipo de personalidades, sin duda, habría sido muy diferente.
Cincuenta mil niños fueron adoptados en Irlanda, en similares circunstancias, vidas destrozadas, personas separadas para siempre, sentimientos de culpa que no decrecieron con el paso de los años, preguntas sin respuestas, dudas, nuevas identidades y familias en las que muchos niños ni siquiera fueron felices, mientras sus madres y padres los buscaban infatigablemente. Pero, ¿qué se puede hacer cuando el silencio es la única respuesta? Mostrar la verdad, y esto es lo que se ha hecho.