martes, 26 de julio de 2011

EL VECINO DE AL LADO



Por: Pilar Alberdi

Esta película de Mariano Cohn y Gastón Duprat obtuvo el premio a la Mejor Fotografía en el importante Festival de Sundance, y fue nominada a la mejor película hispanomericana en los Premios Goya de 2010.

La película nos trae el recuerdo de Alfred Hitchcock, por el tipo de escenas lentas, y también por su obra La ventana indiscreta, ya que una ventana centra el conflicto de dos vecinos y sus familias.

¿Diríamos por esto que la película trata de un conflicto solo entre vecinos? En principio sí, pero la historia nos muestra la división de clases sociales, sus diferencias culturales y económicas. Y con respecto al comportamiento ético, nos da qué para pensar varios días… Por un lado tenemos a Víctor, personaje representado por el actor Daniel Aráoz, quien se dedica a la compraventa de coches y repuestos, él es quien golpea la pared medianera que da a la casa de su vecino rico con el fin de hacer una ventana. Por otro lado está un arquitecto y diseñador de éxito de nombre Leandro, interpretado por el actor Rafael Spregelburd, quien se niega a permitirle al otro, lo que le pide: «esos rayitos de sol que a vos te sobran, Leandro».

Cada una de las partes asume el conflicto de una manera diferente. Víctor es el que lo provoca. Está presionado por su necesidad y porque cree que tiene el derecho a reclamar luz para su oscura vivienda. Es más, piensa que su vecino acabará cediendo y comprendiendo su actitud. Leonardo, por su parte, se siente condicionado por su posición social y por su mujer para solucionar urgentemente el tema. Mientras los hechos suceden, vemos cómo son las amistades y las familias de estas personas, qué tipo de relación mantienen con los suyos, y este dato nos aporta detalles reveladores sobre sus temperamentos, su honestidad o falsedad. De este modo, al final de la película, el avasallador Víctor, nos parecerá menos peligroso de lo que imaginábamos, y Leandro nos hará dudar de esa clase de seres que se sienten superiores porque su posición social se los permite.

Junto a estos protagonistas vemos a integrantes de una clase trabajadora de extracto social más bajo, representada en el albañil, un inmigrante que trabaja en la casa de Víctor, y en la asistenta que lo hace en la casa del arquitecto. En este último caso, el «mate» que se comparte en el desayuno, no evita que cada uno ocupe su lugar.

Si esta historia nos demuestra algo a nivel psicológico es que no todo es como parece, que no es bueno ni inteligente oír una sola campana, que lo que verdaderamente ocurre dentro de las familias es sólo conocido por sus protagonistas, que la sexualidad es esa fuerza poderosa que nos hace sentir vivos cada día, que la soledad y la distancia con la forma de ser y pensar de los padres puede ser dramática para una adolescente, y que la justicia en casos como este, de conflicto entre vecinos, tiene poco qué decir cuando es mejor intentar buscar una solución amigable.

Lo cierto es que frente a otro posible final, con el que quizá algunos espectadores como ha sido en mi caso, nos hubiésemos sentido más a gusto, en principio porque personalmente creo que las personas no cambian tan rápido como lo hacen en la película, los directores nos muestran otro bien diferente. Un acierto, por su parte, sin duda, porque días después aún seguimos pensando en esta historia.
Si me preguntan cuál es el final que yo hubiese esperado, lo diré claramente: el de Víctor reclamando hasta el último instante los rayos de sol que, según él, le pertenecían… Salvo por ese problemita, claro, el de la pared del vecino.

Una historia que merece verse. Una película que deja huella.

viernes, 1 de julio de 2011

CONFUCIO


Por: Pilar Alberdi

¿Quién fue K'ung-Fu-Tzu, aquél de quien el jesuita Matteo Ricci (1552-1610),primer introductor del cristianismo en China, tradujo su nombre para Occidente como Confucio(451-479 a.C)? La película no pretende desentrañar este misterio, pero a mi juicio logra acercar al personaje y mostrar una época injusta, no más terrible y cruel que muchas otras, en una sociedad estratificada, anclada en el respeto a las tradiciones y la obediencia al poder reinante.
Si sólo fuese este su propósito, ya me parece suficiente, porque quizá no habría, al menos por el momento, otro director o productora que quisiese abordar el tema que supone esta superproducción que, a veces, roza el documentalismo. Reconozco, sin embargo, que una mirada no china, no confucionista, quizá hubiese tomado otros aspectos del importante pensador que fue Confucio, cuya obra de recuperación de la tradicción cultural previa a su nacimiento, más su propio aporte y el de sus discípulos, quedó recogida para la posteridad en los Nueve Libros o Analectas.
Pensemos que fue un adelantado de la educación, ya que, aunque fiel a la idea de que quienes están debajo debían obedecer a los que estaban por encima, defendía una educación sin división de clases, porque consideraba que buenos gobernantes capaces de dar ejemplo con sus actos más la educación del pueblo, eran sinónimos de orden, progreso y paz.
La directora Hu Mei, cuenta para conseguir dar forma a esta historia con un reparto formado por Chow Yun Fat, Chen Daoming, Zhou Xun, Yao Lu, Zhang Kaili, Yao Lu, Jiao Huang, Chen Icaubin, Wagn Banq y Ren Quan.
Lo primero que nos permite comprender la historia narrada es cómo cierto tipo de ritos han pasado de una cultura a otra, quizás, desde los primeras migraciones de la humanidad como es el caso de los «esclavos funerarios» también presentes en otras culturas como las amerindias.
Psicológicamente, y este es el tema que nos ocupa, nos permite comprender que la mayor lucha que puede entablar una persona es dominarse a sí misma, y que el seguir una ética propia y la elección de mantenerse en los valores elegidos, exige un sacrificio muchas veces penoso.
Confucio, demuestra ser inteligente al utilizar las argucias y la fuerza de los poderosos contra ellos mismos. Como quien hace milagros gana una batalla contra miles de soldados antes de que comience. Los poderosos son astutos, pero él es sabio. Se anticipa, conoce bien a los hombres y sabe que actúan por interés propio, sin importar qué medios utilicen para conseguir los fines que se proponen. Los gobernantes lo necesitan, pero lo desprecian. ¿Por qué? Porque el consejo, la inteligencia y la coherencia de un hombre justo que puede favorecer el buen desempeño político de los gobernantes, exige sacrificios con relación al futuro del bienestar del pueblo, que ellos no están dispuestos a asumir. Por eso, los mismos que le niegan son los que lo envidian. Los mismos que lo empujan al destierro, serán los que imploren su regreso.
Lo que nos queda al final de la película es el destierro de un Confucio al que el poder de los corruptos convierte en un pobre más del pueblo, al que siguen unos pocos discípulos.
El desprecio de los poderosos, conlleva además, el desprecio del pueblo. ¿Puede haber algo más penoso de soportar por una persona de su calidad que ese desprecio conjunto? Aún así, seguirá enseñando y recogiendo en tablillas de madera pintadas a mano la cultura antigua, y dejando en ellas, también sus propias ideas.
De Confucio o del confucionismo son frases como las siguientes:
«Cometer un error y no corregirlo es cometer otro error».
«Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo, cuando veas a un hombre malo, reflexiona».
«No contestar a una palabra airada replicando con otra de igual tenor. Es la segunda respuesta, la que seguramente, os llevará al enfado».
«Exígete mucho a ti mismo y espera poco de los demás. Así te evitarás disgustos».
«Leer sin meditar es una ocupación inútil».
Me quedo con estas frases que representan fielmente al confucionismo. Yo no dudaría en recomendar esta película: es fuerte, no nos deja indiferentes, nos provoca tensión y angustia, y con el paso de los días no se olvida.