Por: Pilar Alberdi
No esperaba tanto, ni tan especial y diferente. Habla la imagen, tomas largas, panorámicas que se centran de repente en detalles. Y el sonido lo mismo, igual que en la vida, mientras miramos una imagen resulta que escuchamos unas palabras que no se corresponden con lo que vemos pero que surgen a nuestro lado de imprevisto. Múltiples y pequeñas escenas reunidas en una escena. Y la música, ese coro casi angelical mezclado con imágenes hermosas o procaces. Dando vueltas alrededor de la verdad y la mentira.
Solo por volver a sentir esta primera visión de la historia, habría que volver a ver la película, porque el gran momento de esta obra es ese, el del primer encuentro con tanta belleza plasmada en la forma de presentar las imágenes y el sonido para dar veracidad a una historia, la de esa burguesía que vive a nuestro lado y que no vemos más que cuando sale en los medios de comunicación, ya sea por una boda o por un caso de corrupción.
Escribo estas líneas un día después, y la magia sigue siendo la de ese momento, hoy, un recuerdo todavía vivo y palpitante. La prueba de oro: la mayoría de los espectadores, esa minoría que gusta del cine de esta clase, al final, demoraron en ponerse en pie y se dejaron estar hasta que pasó la última de las palabras de los créditos.
Viéndola encontramos la indolencia, la banalidad, la futilidad y hasta el vacío existencial.
El actor Toni Servillo encarnando al periodista Jep Gambardella, que como escritor lleva cuarenta años sin escribir su segunda novela, será nuestra mirada. Él tiene un espacio privilegiado en un periódico, almuerza comida casera con la directora, vive dentro del marco de una intelectualidad que no posee y de un nombre que se cotiza siempre al alza gracias a ese mismo periódico.
Aquí la cuestión fundamental es cómo dar sentido a una vida que amenaza con el final; es decir con un balance de arrugas y años acumulados y algunas pérdidas insustituibles; y sobre todo, cómo hacer preguntas con sentido entre personas que no están acostumbradas a hacerlas o para las que no tendrían ya respuesta. Si hay fracaso, la culpa no es de ellos, es de Roma.
Sabíamos que «la pobreza nace de la opulencia» y aquí nos acercamos. Esta no es la gente que produce, es la que ha heredado, la que vive gozosamente, la del cuento de las Mil y una noches, el que dice: «Mesa, sírveme» y aparecen los mejores manjares y el dinero y las señoritas jóvenes. También sabíamos que la burguesía como dueña de la propiedad forma parte de ese algo abstracto que está más allá del límite de la a vida de la mayoría de las personas, es decir, de quienes deben contentarse con un sueldo mínimo, un encuentro amoroso de fin de semana y una tablet con banda ancha de Internet para darse un garbeo por el mundo.
Como en otras películas, hay algún inmigrante, más de uno, de países cercanos o no tan cercanos, que ponen el toque de sensatez, horarios y obligaciones que parece haber perdido la burguesía de la vieja Europa, en un ambiente italiano, donde la curia se mezcla con señores de frac y señoras con vestido de muselina, y hay bodas elegantes que cuestan millones y fiestas donde la droga circula a raudales y la decadencia es ya tanta que los nobles se alquilan para ir a las fiestas casi como un adorno y la posmodernidad es ese salir de compras, ese olvidarse de que existen otros mundos al margen del suyo hasta que algo se los recuerda, y la belleza, claro, y el glamour, y el grupo de los iguales justificando sus vidas.
Dirección: Paolo Sorrentino
Guión: Paolo Sorrentino, Umberto Contarello
Música: Lele Marchitelli
Reparto: Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli, Serena Grandi, Isabella Ferrari, Giulia Di Quilio, Giorgio Passotti, Luca Marinelli, Massimo Popolizio.
Nominada a los Oscars en 2013 como mejor película de habla no inglesa; Globo de oro en la misma categoría y varios premios más.
Nota: «la pobreza nace de la opulencia» Charles Fourier citado por Ernst Bloch en El Principio Esperanza. Libro II.
Una gran película. Merecedora sin duda de un Oscar. Creo que además de los aspectos que comentas merece atención el tratamiento que, en elipsis, Sorrentino da a la situación a la que, entre otros, il Cavallieri ha llevado a país.
ResponderEliminarTienes toda la razón, Juan, pero como nos sobran ejemplos de corrupción en España, y ese hecho ocupa a diario nuestros pensamientos, me pareció suficiente.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
Me ha parecido un film muy interesante, con una gran fotografía, dirección y música, tiene escenas geniales, pero a un servidor se le ha hecho larga y por momentos muy cuesta arriba.
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