lunes, 13 de enero de 2014
EL MÉDICO
Pilar Alberdi
Aviso: si no has visto la película, esta entrada contiene spoilers.
No voy a ser yo quien desmerezca esta película y más cuando su director, Philipp Stölzl ha dicho que lo importante era «conseguir el guión», pero ¿qué puedo decirles que no haya dicho ya el autor:"Es interesante ver cómo una persona adapta tu trabajo, pero es difícil observar cómo otro lo cambia". También ha dicho: "sólo diré que si la novela que yo escribí hace tantos años es una roja y suculenta manzana, los cineastas han extraído de ella para la película una jugosa naranja".
Mientras la veía hubo cosas del guión que me chirriaron en el oído como los ejes de unas ruedas de carromato a punto de romperse, ya se sabe aquello de que imagen y palabra juntas son las que afirman el mensaje, pero qué se puede sentir cuando una ve y oye a un muchacho (siglo XI en Inglaterra al que le cortan un dedo del pie infectado, por supuesto, sin anestesia, y con una sierra que una supone cuando menos oxidada: «¡Mi primera amputación!» dice el adolescente y sonríe como si se tratase de la película Solo en casa o Harry Potter. Y así tendría para darles algunos ejemplos más.
¿Qué se puede pensar sobre esas figuras humanas del (supuesto) siglo XI, que caminan como seres del XXI, con cuerpos de este siglo y que mal elegidos tantos pretenden parecer cuerpos del medioevo? ¿No saben los que se ocupan de estas tareas que según las ocupaciones los cuerpos tienden a comportarse, mostrarse de un determinado modo? ¿No han visto campesinos de los de toda una vida en el campo? ¿De verdad toda esa gente del medioevo que no consumía azúcares refinados ni cereales trasgénicos tenían tan mala dentadura?¿Desde cuándo el concepto y significado de la «música de las esferas» es de Aristóteles? ¿Error de traducción para un concepto que es de Pítagoras y que le define además, en su importancia del número y de las relaciones entre el largo de las cuerdas de la lira y las notas, en su sentido además de Principio del universo? Desde luego aquellos estudiosos que contaban con copias de esas obras o de algunos fragmentos de ellas sabían mejor que nosotros de aquel pasado filosófico.
Si yo fuera Noah Gordon también habría mostrado mi enfado,pese al excelente reparto, pero ya se sabe lo que pasa cuando vendes los derechos: él mostró su discrepancia y, al final, tuvo que aceptar porque no tenía ninguna otra opción. ¿Qué otra cosa podía hacer? La película ya estaba hecha.
No había leído el libro pero como la persona con la que acudí al cine me dijo que mucho de lo que se mostraba no era así, me obligué a darle un repaso por encima, y solo haciendo eso, recorriendo sus páginas de manera rápida encontré que la obra de Noach Gordon es más realista, que los musulmanes no son los peores como en esta historia, que la mujer del protagonista no era española, ni morena, ni le dio solo un hijo, sino que era galesa, pelirroja, corpulenta, capaz de pegarle y que le dio por lo menos tres niños; que los dos hermanitos que dejó el protagonista en Inglaterra eran más de dos, que Ibn Sina no tiene en el libro esa especie de muerte heroica sino una más vulgar; que el tema de las disecciones de cadáveres no causa en el libro ningún problema, al menos en ese momento, que el regreso a Inglaterra no supone ese final apoteósico del todo solucionado, sino que ahí precisamente, en ese momento, comienza otro drama mientras escapa de los monjes cristianos.
Me queda la pregunta: ¿Para quién ha sido producida esta película? La he sentido y más ahora después de mirar un poco el libro como propaganda pro americana o pro Otan o pro intervención en Irak (aunque allí no había armas químicas) o pro intervención en Afganistan o pro Guantánamo o... Se me ocurren muchos ejemplos más.
Aparte de esta especie de enfado, intento preguntarme qué me ha dejado psicológicamente, pero esta vez no logro encontrar nada. Si el que la ve no ha leído el libro tal vez perciba la fuerza del desierto, la refinada cultura oriental, la atracción por una tierra distante de la europea capaz de haber dado algunas de las mejores obras de la literatura, y, además, sí, el amor, el valor de la amistad o la difícil convivencia cerca del poder con el señor de Ispahán, el sha, el indolente, el alconero, al que acostumbraron a mandar de forma insensible, a no temblar ante el dolor ajeno que él ordenaba, ante los castigos, los suplicios y el terror que su padre y él con posterioridad dispusieron no de peor manera que tantos otros reyes. Y qué decir de la muerte de ese sha que me recordó una vieja historia de un héroe burgalés muy conocido aquí en España.
En suma, es sí, según nos dicen la película El médico, pero no es la película de la obra El médico, a la que se parece por aquello del desierto, de los camellos, de la difícil convivencia de las tres religiones (cristiana, musulmana y judía), y de los difíciles comienzos de la medicina, más cuando esta era juzgada desde el plano de "la divinidad" en la tierra: las religiones. En suma: se han contentado con dos o tres escenarios (Inglaterra, el desierto y una supuesta tierra persa), falta el resto, un año de viaje por Europa hasta poder embarcar hacia oriente, India, y, por supuesto, algo más, profundidad, que hubiera podido ser aún mayor que en la obra, sin duda, porque el tiempo nunca pasa en vano, ni para las páginas de un libro ni para un autor que, quizá aún tenía mucho que aportar.
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